sábado, 16 de marzo de 2013

¿A quién le regalas una estrella?

Es la 1:15 de la mañana, el calor de la noche no me deja dormir. Me acerco a la ventana y observo fijamente cada punto amarillo en el cielo. Una estrella. Millones de ellas. Unas más chicas que otras. Unas más brillantes que otras. Como nosotros, los mundanos tan distintos pero somos humanos o ¿no? podemos vivir, sentir, querer, desear, y hasta encapricharnos con algo (o alguien). Me pregunto ¿Quién me bajaría una estrella y me la regalaría?¿A quién regalarías tú una estrella? Como en las cuentos... 
Por no, no todo es como en los cuentos, no somos princesas, ni mucho menos somos perfectas, no hay príncipes, pero todas tenemos uno en el fondo de nuestro corazón (si en el fondo, porque aveces es sólo tú peor es nada) pero sigamos. Buscaría esa estrella y te la regalaría (si a ti, maldito) no, no es cierto, jamás le daría una a un sapo. Quiero encontrar a MÍ príncipe, el perfecto para mí, el que me haga estremecerme con un toque, que su ternura me haga dar suspiros por los pasillos de la universidad, te describo así, porque así serás, con la tez blanca y el cabello morocho ondulado y el profundo color café de tus pequeños ojos, pero sobre todo será aquel al que le regale una estrella, un pedacito o todo mi corazón, al que ame y consienta, al que le escriba poemas todas las noches, y cuando lo vea, mencione el lugar, como está vestido, a dónde me llevará. Sí, porque tengo la maldita costumbre de escribir todo, cuando aveces todo es lo que quieres olvidar. No quiero describir a mi prototipo de chico perfecto, aunque lo imagino (créanme), si no decirles que quiero y todas queremos encontrar uno, darles todo de nosotras, bajarle una estrella y si nos es posible todas, porque somos así, somo mujeres, queremos querer y queremos que nos quieran por lo que somos, lo que queremos ser y lo que seremos. Y que ellos también nos lleven al cielo y nos bajen cientos de estrellas, las más grandes, las más chicas y brillantes, y hasta tal vez le ponga nuestro nombre a alguna de ellas. Mi mejor amigo de la infancia me bajó una, mejor dicho millones, porque lo miraba a los ojos y allí habían dos, porque le acariciaba el cabello y brillaba como si hubieran cientos allí, porque me amaba como un hermano desde su corazón y en este habitan cientos de ellas, millones, porque él era una estrella la más grande, lo es ahora más simbólicamente que literal, porque no está aquí está en el cielo. Ahora pienso en él y si algún día encuentran a alguien que las haga sentir amadas, especiales, que con él son quienes verdaderamente son (porque podemos adoptar distintas personalidades para caer bien al chico que nos gusta), al que nos haga reír y nos proteja (no un celoso maniático). Bajémosles estrellas a ellos, o a cualquier otro que se cruce en tu camino y lo quieras, porque al fin estamos aquí para equivocarnos y encontrar al correcto, entonces regalemos varias estrellas, pero solo la más grande y brillante dejémosla para el que nos llene la vida de amor, con el cual compartas la felicidad plena. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario